XXXI: Sobre el después del sudor y los jadeos:
Te caias, agitada sobre mi pecho, o yo caía sobre el tuyo, da igual. Nos besábamos los hombros, el cuello, el pecho mientras tu respiración se nivelaba, se rendía casi como vos un minuto antes. Recién entonces aparecía un te amo, y un beso en los labios -sería la taquicardia o porqué sino nunca me besabas en los labios apenas acababas- luego hablábamos un ratito, de esa noche, de libros, de alguna peli, de algúna materia, de Marianita -cómo nos reímos de las tetas de Marianita!- o de algún angel que pasara entre silencio y vacío.
Casi siempre me pedías un segundo para ir al baño, que te hacías pis, y me echabas la culpa del enchastre que hacíamos en la cama. Mientras yo acomodaba las sábanas sin levantarme. Un cigarrillo era lo primero que agarraba, por ahí la radio -la tele rara vez, no había cable en el depto vacío y siempre se hacía tarde- o un cassette que siempre estaba entre blues viejos, Enya o la banda de sonido de The Piano que tanto nos gustaba entonces.
Volvías, agarrabas un pucho y volvámos a hablar -ahora con más fundamentos y razones- picábamos y tomábamos algo dulce -el cigarrillo ya se estaba haciendo notar- y nos abrazábamos.
Nos reímos de algo seguro. Y por ahá nos levantámos a agarrar un libro, a poner el despertador si pintaba noni, y por las dudas no volvieras a tu casa otra vez media cuadra antes que la tía Tita que venía de visita. Si no, seguíamos con mimos de esos que testean la noche, la persiguen hasta la madrugada siguiente en otro sudor, otra taquicardia.
Otras veces te dormias sobre mi pecho, y era lindo ver tu sonrisa en ese lugar y sentir un segundo antes del sueño ese estertor, esa patadita que pegaban tus músculos rindiéndose a la noche.
Buddy
Casi siempre me pedías un segundo para ir al baño, que te hacías pis, y me echabas la culpa del enchastre que hacíamos en la cama. Mientras yo acomodaba las sábanas sin levantarme. Un cigarrillo era lo primero que agarraba, por ahí la radio -la tele rara vez, no había cable en el depto vacío y siempre se hacía tarde- o un cassette que siempre estaba entre blues viejos, Enya o la banda de sonido de The Piano que tanto nos gustaba entonces.
Volvías, agarrabas un pucho y volvámos a hablar -ahora con más fundamentos y razones- picábamos y tomábamos algo dulce -el cigarrillo ya se estaba haciendo notar- y nos abrazábamos.
Nos reímos de algo seguro. Y por ahá nos levantámos a agarrar un libro, a poner el despertador si pintaba noni, y por las dudas no volvieras a tu casa otra vez media cuadra antes que la tía Tita que venía de visita. Si no, seguíamos con mimos de esos que testean la noche, la persiguen hasta la madrugada siguiente en otro sudor, otra taquicardia.
Otras veces te dormias sobre mi pecho, y era lindo ver tu sonrisa en ese lugar y sentir un segundo antes del sueño ese estertor, esa patadita que pegaban tus músculos rindiéndose a la noche.
Buddy


0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home